martes, 30 de septiembre de 2008

BCN



Para ver la misma ciudad (Barcelona) a través de otros ojos (los de Javier Díaz Martos), pincha aquí.

Ya lo sabes...

Hola, supongo que te sorprenderá recibir este “testamento”. La verdad es que me siento muy extraña al imaginarte leyendo esta carta... Sé que estoy actuando de una forma demasiado egoísta incluso para mí... Jamás me perdonaría si te hiciera daño, y puede que con mi confesión lo único que consiga sea destrozar nuestra amistad... Pero, para lo que realmente he deseado, nunca hubo solución, y ahora menos que nunca... Quizá mi enfermedad me dio la fuerza para hablarte... Y tuve que esperar hasta el final para hacerlo... Soy un desastre...
Ayer fue un hermoso día, con tanta despedida pude deshacerme por un tiempo del acoso de tu imagen... El anhelo de tu abrazo se me antoja obsesivo, como todo lo tuyo desde hace años. Sé que nunca habríamos tenido una unión, sé que estuvimos abocadas a una amistad perenne. Lo acepto. Pero siempre había algo entre nosotras que se convertía en deseo... Nos miramos, nos hablamos, nos tocamos, disimulamos... Pero yo sé que estoy dentro de ti. Al igual que tú estás dentro de mí. Y esta certeza asusta.
Nunca tuvimos la oportunidad de que se cruzaran nuestras sendas. Siempre fuimos caminando en paralelo, pero en nuestro andar yo siempre te miraba de reojo, para ver en qué te fijabas.
Ya no habrá un peldaño más en nuestra escalera. En nuestro puzzle siempre va a faltarnos una pieza. Ninguna de las dos pudo ceder... Me encantaría imaginar, por un momento, que estamos solas en el mundo y que no existe nada más. No hay un antes y un después, no tenemos historia... No estás leyendo esto cuando ya me he ido.
Me duele mirarte a los ojos, no puedo tocarte más de lo estipulado, tus labios...
Sólo busco protección, asilo en estas noches en sombra. Sólo quería tu abrazo, soñar que podía despertar junto a tu cuerpo desconocido. Que me descubrieras con asombro. Estremecerme contigo. Guardar nuestro secreto... Lo siento, mi amor.
Ayer no te llamé, me contuve. No quería resultarte pesada. Prefiero que te quedes con las ganas de verme a que te canses de venir al hospital. Tampoco quiero que me recuerdes allí.
Deseo tocarte, acariciarte en cada momento, besarte... Sentirte. Son muchos años adorándote, muchos años viéndote a mi lado sin saber cuándo se edificó este muro entre las dos, este muro de contención.
Es igual, ya nunca hallaré una respuesta en ti, y dudo que antes pudiéramos hablar libremente de ello. Quién sabe lo que hubiera ocurrido después...
Ya no hay excusa para no confesarte mi amor.
Gracias, mil gracias por tus infinitas muestras de cariño. No pretendo ser egoísta, sólo quiero llamar tu atención un poco más. Jugar a ser algo más que una simple amiga que se mantuvo siempre en la cuerda floja. Y aquí estoy, escribiéndote una carta llena de frases sin sentido que sólo consiguen hacerme sentir aún más sola...
Te quiero. Ya lo sabes.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Tecleando

...Y pulsó Enviar. No tenía muy claro qué quería conseguir con ese e-mail, pero no pudo evitar escribírselo. Quizá era una forma de confesarle que seguía pensando en ella, a pesar de todo. O quizá era una manera sutil de esclavizar la comunicación entre ambos... Quién sabe. Lo cierto es que ahí se encontraba él, en el puesto número 9 de los ordenadores de la Biblioteca Pública. Ya sólo le quedaban 10 minutos para que finalizara su sesión. El tiempo... Era algo que no soportaba. Le hubiera encantado estar tranquilamente sentado en su escritorio, con su ordenador portátil y una estupenda conexión a Internet que le permitiera mirar su correo las veces que le diera la gana y así calmar su ansiedad por conocer respuesta a sus envíos. Pero era imposible... No tenía conexión a Internet. Ni siquiera tenía portátil. Así que tenía que conformarse con recorrer las vías subterráneas de la ciudad para poder llamar a gritos a quien sabía que no podía contestarle... Todo era inútil.
Sabía que no habría un final feliz en su historia; sabía que era imposible que tuvieran una historia. Pero no podía evitarlo: Tenía que pulsar Enviar.

martes, 16 de septiembre de 2008

4letras


viernes, 12 de septiembre de 2008

Laberinto


Agua viento madera y sol

Calles estrechas que se unen en un punto al final del hilo que tira y tira de la piel arrancándola a pedazos

El ruido se mete dentro de mi cabeza impulsándome a escribir por no matar

Necesito salir de aquí

Inconsistencia inconsciente

Acabo de caer en la cuenta de que he perdido una década. Para mí los 90 no han existido. Han sido un cúmulo de experiencias erradas de las que aprender, han sido ensayos fallidos de lo que debería ser mi vida.
Quizás empecé a vivir en el 2000 cuando comencé a...
¿Quién sabe?
Ese lustro puede que coincida con dos sacramentos de los que reniego: Comunión y Confirmación. Qué curioso. Es difícil apostatar, ¿no? Eso me han dicho...

Al menos está bien darse cuenta de lo perdido, de lo que no ha existido.
De lo que ha constituido un borrón en el recuerdo, una imagen difusa en los polvorientos álbumes apilados. Y pasaron tantas cosas en esos 10 años...

Una pena ser tan inconsciente, ¿no?

Filias y fobias... Por poner secciones.

* Adoro a Mafalda / Odio a Tin Tin (que se pronuncia “Tan Tan” en Francés, lo que hace que le odie aún más si cabe).
* Soy una fanática –con todo su componente fundamentalista y negativo- de Friends / No soporto pseudo culebrones yakees del tipo de OC o One Tree Hill, y seguro que los norteamericanos no se enteraban de lo que hablaban en Dawson´s Creek –o Dawson crece, como le llamaron aquí-... ¡Vamos, no me jodas! ¡Y te pongas como te pongas nunca llegarás a ser director de cine con esa cara que tienes! Pero mira a la otra lo bien que se lo ha montado, ¿eh?
* Iba a poner otra cosa pero se me ha olvidado...
* Me flipan las ensaladas con mil ingredientes (sin exagerar) / Soy incapaz de comerme una caldeirada de bacalao... O de pulpo... O de cualquier cosa que vaya en una caldeirada de ésas...
* ¿Por qué narices tiene que engordar el chocolate?
* Me encantan los Todo a 100 –más comúnmente conocidos como “los chinos” hoy en día- / Si puedo, evito entrar en un Día o en un Lidl... ¡qué poco glamour! -¡y cuánta suciedad!-.
* Vivan las rayas / Abajo los rombos.
* Arriba las puntas cuadradas / Si no queda otro remedio, ponte un “chúpame la punta”.
* No sé... Ya me aburrí.

Extra-Vagancia

Mmmm... Veamos, posibles extravagancias –que no rarezas, aunque sea pobre- que me hacen alguien único hasta que me entero de que muchísima gente lo hace lo que pasa es que no lo van contando por ahí:
- Cortarme el pelo cuando me da un leve ataque de... ¿cómo llamarlo?... No sé, cuando me da un leve ataque.
- Hincharme de galletas aunque una vocecita esté gritando ¡NO, NO! en mi cabeza (con el consiguiente remordimiento y empacho).
- Prometerme, después del atracón que no voy a cenar... Y después cenar, y mucho, por supuesto.
- Tener la tarde libre y un montón de libros que leer y música que escuchar y museos a los que ir y vídeos que montar y tonterías que escribir y... Quedarme de pie mirando lo bonito que está mi cuarto con la luz del atardecer mientras pasa el tiempo lento e inexorable sin aprovechar ni uno solo de los minutos que tanto había deseado tener.
- ...Bueno, dejo este guión ya preparado porque seguro que se me ocurren más chorradas que me hacen única e irrepetible :D

jueves, 4 de septiembre de 2008

Desde mis pestañas

Cuando las olas devoren mi trocito de playa,
la espuma blanca inundará mis grietas salpicando la sal contra las rocas.

Si el cielo es gris, el color de tus ojos se nubla hasta el infinito.
Sabiduría ancestral que se pasea descalza sobre miles de cristales rotos.
La música envuelve la atmósfera de viento creando estas tempestades.
Es un viento de plata que se cuela por las rendijas de las ventanas,
calando hasta las raíces del pelo.

Ya no se ven las estrellas de noche.
Hay una cueva de nubes grises sacudiendo mi casa.
Y yo, sonriente porque vuelvas, cambio mi almohada de sitio y
me duermo con el rugido del mar.

No hay por qué temer, que tu aroma vuelve cada mañana y me sacude el vientre.
Separa cada hebra de mi cabeza; la maraña no me deja pensar.
Siluetas difuntas que rodean mis pestañas.
Agua que evaporas con tu respiración.
Cada momento que vivo me envejece.
Quiero que mis arrugas marquen un mapa de lo vivido.
Quiero estar tan quebrada que no me quede un trozo liso de piel.
Que mis pasos se encuentren en cada palmo del planeta.
Y que todas las familias del mundo me hayan visto pasar por sus ventanas.
Ya no me importa el qué dirán.

Volando

Me pondría a gritar ahora mismo. Saldría corriendo de estas cuatro paredes y desnudaría esta playa de olas valientes. El mar me respetaría. Hoy no hay sombra que me clave en el suelo. Hoy puedo aprovechar estas nubes para impulsarme a lo alto. Para levantar el vuelo. Así podría llegar siempre puntual a todas mis citas. Y no abandonar a quien piense que no estoy a su lado. Podría ser etérea y viva. Ser alma maldita, una vagabunda. Ser sólo energía luminosa para acariciar tu nuca sin ser vista y erizar toda tu piel.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Veranos en color sepia

Hay olores que te transportan a otro espacio y otro tiempo. Los creías olvidados y, de repente, reaparecen en tu memoria como la pequeña explosión de una pompa de jabón.

Para mí, el olor de los veranos de mi infancia es el de la crema Aftersun de la marca Ecran. Ese botecito blanco con su tapón verde calmaba los calores después de todo un día de playa.

Aunque pase el tiempo, puedo recordar el olor de la crema
Nivea y de los balones hinchables que caían del cielo (cuando pasaba el helicóptero), del plástico de los roscos flotadores (yo tenía uno en forma de gallina, con su cabecita y todo), de los manguitos (que costaba un montón quitárselos y te arañaban todo el brazo) y de las colchonetas rojas por un lado y azules por otro (el modelo con cabecera transparente para ver el fondo del mar era lo más)...

Y los colores...

Ahora, las películas que tratan sobre esa época aparecen con un cierto color sepia, pero para mí, mi infancia siempre tuvo unos colores muy brillantes que se reflejaban en el mar de la tarde y te hacia poner los ojos chicos por la claridad.

Me guardo todas estas sensaciones en el álbum, para ojearlas cuando quiera.
Si la memoria se comparte ya no se pierde.