martes, 8 de diciembre de 2009

Visitante

Tengo que escribirlo. Necesito rellenar con tinta ficticia esta hoja digital. Me urge dejar constancia de tu inesperada visita. Hacía mucho que no te pensaba… Desperté sobresaltado y empapado en sudor. Molesto. ¿Dónde estarás? Hubo un tiempo en el que esperaba toparme contigo a cada paso por los laberintos de esta inmensa ciudad. Pero mis esperanzas se esfumaron cuando me llegó una breve crónica de tus movimientos… Ya no habitabas el mismo espacio.

De repente esta noche te siento con una apabullante claridad. Te hablo, te acaricio, te beso… Y tú te escabulles como una serpiente huidiza de entre mis brazos. ¿A dónde vas? ¿Qué me quieres decir con esa mirada anhelante?

En mi sueño te convertías en algo inerte, sin vida. Pero al fin y al cabo eras tú. Yo lo sabía, con esa sabiduría translúcida que otorgan los sueños, por eso seguía amando esa cosa informe que ya en nada se parecía a ti.

Entonces amanecí. Con el regusto amargo de una despedida que nunca llegó a suceder. Con los ojos húmedos de nostalgia, con la resaca aplastándome la cabeza y con el dolor del deseo asfixiándome bajo las sábanas.

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