martes, 30 de septiembre de 2008

Ya lo sabes...

Hola, supongo que te sorprenderá recibir este “testamento”. La verdad es que me siento muy extraña al imaginarte leyendo esta carta... Sé que estoy actuando de una forma demasiado egoísta incluso para mí... Jamás me perdonaría si te hiciera daño, y puede que con mi confesión lo único que consiga sea destrozar nuestra amistad... Pero, para lo que realmente he deseado, nunca hubo solución, y ahora menos que nunca... Quizá mi enfermedad me dio la fuerza para hablarte... Y tuve que esperar hasta el final para hacerlo... Soy un desastre...
Ayer fue un hermoso día, con tanta despedida pude deshacerme por un tiempo del acoso de tu imagen... El anhelo de tu abrazo se me antoja obsesivo, como todo lo tuyo desde hace años. Sé que nunca habríamos tenido una unión, sé que estuvimos abocadas a una amistad perenne. Lo acepto. Pero siempre había algo entre nosotras que se convertía en deseo... Nos miramos, nos hablamos, nos tocamos, disimulamos... Pero yo sé que estoy dentro de ti. Al igual que tú estás dentro de mí. Y esta certeza asusta.
Nunca tuvimos la oportunidad de que se cruzaran nuestras sendas. Siempre fuimos caminando en paralelo, pero en nuestro andar yo siempre te miraba de reojo, para ver en qué te fijabas.
Ya no habrá un peldaño más en nuestra escalera. En nuestro puzzle siempre va a faltarnos una pieza. Ninguna de las dos pudo ceder... Me encantaría imaginar, por un momento, que estamos solas en el mundo y que no existe nada más. No hay un antes y un después, no tenemos historia... No estás leyendo esto cuando ya me he ido.
Me duele mirarte a los ojos, no puedo tocarte más de lo estipulado, tus labios...
Sólo busco protección, asilo en estas noches en sombra. Sólo quería tu abrazo, soñar que podía despertar junto a tu cuerpo desconocido. Que me descubrieras con asombro. Estremecerme contigo. Guardar nuestro secreto... Lo siento, mi amor.
Ayer no te llamé, me contuve. No quería resultarte pesada. Prefiero que te quedes con las ganas de verme a que te canses de venir al hospital. Tampoco quiero que me recuerdes allí.
Deseo tocarte, acariciarte en cada momento, besarte... Sentirte. Son muchos años adorándote, muchos años viéndote a mi lado sin saber cuándo se edificó este muro entre las dos, este muro de contención.
Es igual, ya nunca hallaré una respuesta en ti, y dudo que antes pudiéramos hablar libremente de ello. Quién sabe lo que hubiera ocurrido después...
Ya no hay excusa para no confesarte mi amor.
Gracias, mil gracias por tus infinitas muestras de cariño. No pretendo ser egoísta, sólo quiero llamar tu atención un poco más. Jugar a ser algo más que una simple amiga que se mantuvo siempre en la cuerda floja. Y aquí estoy, escribiéndote una carta llena de frases sin sentido que sólo consiguen hacerme sentir aún más sola...
Te quiero. Ya lo sabes.

No hay comentarios: