viernes, 19 de septiembre de 2008

Tecleando

...Y pulsó Enviar. No tenía muy claro qué quería conseguir con ese e-mail, pero no pudo evitar escribírselo. Quizá era una forma de confesarle que seguía pensando en ella, a pesar de todo. O quizá era una manera sutil de esclavizar la comunicación entre ambos... Quién sabe. Lo cierto es que ahí se encontraba él, en el puesto número 9 de los ordenadores de la Biblioteca Pública. Ya sólo le quedaban 10 minutos para que finalizara su sesión. El tiempo... Era algo que no soportaba. Le hubiera encantado estar tranquilamente sentado en su escritorio, con su ordenador portátil y una estupenda conexión a Internet que le permitiera mirar su correo las veces que le diera la gana y así calmar su ansiedad por conocer respuesta a sus envíos. Pero era imposible... No tenía conexión a Internet. Ni siquiera tenía portátil. Así que tenía que conformarse con recorrer las vías subterráneas de la ciudad para poder llamar a gritos a quien sabía que no podía contestarle... Todo era inútil.
Sabía que no habría un final feliz en su historia; sabía que era imposible que tuvieran una historia. Pero no podía evitarlo: Tenía que pulsar Enviar.

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