jueves, 23 de octubre de 2008

Testigo de cargo


Sucedió así, como se lo estoy contando... Es que era un día gris plomizo, de ésos que recortan los colores y no se distingue bien el contorno de las cosas, que parecen manchas opacas... Es lo que tiene vivir en una isla, mire usted, que una se fija más en esos detalles, que convive con ellos, vaya.
La cosa es que yo acababa de volver de la peluquería, no es que vaya mucho, usted se imaginará que la pensión no me da para gran cosa, pero de vez en cuando una tiene que darse sus caprichos, que no todo va a ser... En fin, usted ya me entiende.
Serían las seis de la tarde, pero ya le digo que parecían las ocho a juzgar por la oscuridad del horizonte. No es que me hiciera mucha gracia tener que sacar al perro con lo mona que venía yo de la pelu y con ese viento terrible, más terrible aún en la costa, pero el pobre está muy mayorcete y a mí no sé qué me da no acompañarlo, que le puede entrar una flaqueza o lo que sea y ya me dirá usted qué hago yo sola, y en esa casa tan grande...
Bueno, la cuestión es que a mí ya me daba en la nariz que en el ambiente había algo raro. No sabría decirle muy bien el qué, pero yo soy muy intuitiva con estas cosas y más de una vez no me ha sorprendido que haya pasado algo malo, porque yo ya me lo olía, ¿usted me entiende? Y no crea que soy una persona negativa ni nada por el estilo, sólo Dios sabe la fuerza que podemos sacar ante la adversidad. Que un cáncer de mama y otro de próstata, el de mi marido, no se superan tan ricamente. Y el pobre de mi Paco no llegó a superarlo, Dios lo tenga en su gloria... Ay, discúlpeme si le entretengo de más, es que una empieza a recordar cosas y, claro, le da sentimiento...
¿Por dónde iba? Ah, sí... Bueno, pues como le contaba, a mi me daba la intuición de que había un no sé qué en el aire que me indicaba que algo había pasado o estaba por pasar, en esos momentos no sé precisar muy bien, pero nunca fallo, ¿eh? Se lo puedo asegurar, que hasta Mari, la vecina de la calle 4, que viene a veces a ayudarme con la casa, hasta ella se tiene santiguado más de una vez por mis sentencias.
Pues como le cuento, que yo no sé cómo pude verlo, porque ya le dije que corría un vendaval y había unas nubes bajas y oscuras, de ésas que parece que las tienes justo encima de la cabeza... Es que el horizonte mismo presagiaba tiempos difíciles. Fíjese si los colores engañaban a la vista que no acertaba a distinguir a mi perro entre las rocas. Y verá usted que mi perro es más bien de color marrón y que las rocas tiran más al gris en esa isla. Pues si no fuera porque había una "roca" moviéndose no me daba cuenta de por dónde andaba mi perro.
Y entonces me extrañó que no se moviera, y yo ya me temía lo peor, imagínese, yo ya me veía gritando ayuda en esa parte de la isla en la que sólo se oía el oleaje tremendo, y corriendo a mis años a tratar de coger a mi pobre Turco, que aunque es pequeño, de esos falderos -¡más bueno él!- a mí ya hace tiempo que me pesa. Total, me fui acercando a donde se encontraba y ya me tranquilizó comprobar que estaba vivo y olisqueando algo concienzudamente, tan concentrado estaba él que a mí ya me picó la curiosidad, y como no llevaba las gafas no me quise quedar con la primera impresión que me daba ese bulto desecho, así que me acerqué como pude, guardando el equilibrio sobre las rocas e intentando que no me llevara el viento...
¡Virgen santísima lo que allí había! Eso era descomunal, como los que se ven en las noticias de la tele. Así que le puse la correa al Turco, que cuando está por las rocas lo dejo suelto, y me lo llevé a la casa, mirando a todos los lados por si alguien nos había visto y comprobando si el perro había llegado a olisquear de más, usted ya me entiende. Y de todos modos le di un enjuagón en casa, porque yo no quería tener la duda, yo soy muy precavida con esas cosas... Es que uno nunca sabe.
Así que les llamé y ahí estuve esperando, con los prismáticos por si alguien se acercaba al saco, pero no vi nada. Y ya está...
Usted se imagina, yo sólo soy una pobre mujer que trata de sobrevivir como puede y que no hace daño a nadie. En esa isla nos conocemos todos... No quisiera de ningún modo... No sé si me entiende, yo no quiero que mi nombre aparezca por ningún lado... No sé lo que harán con aquello, soy vieja pero no soy tonta, y tampoco quiero desconfiar de la policía, además usted tiene cara de buena gente, tan jovencito... Seguro que aún no ha cumplido los 25... La cosa es que yo sé que con esto ganan mucho... Prestigio, quiero decir, aunque después las cantidades bailen en las fichas, son sólo cifras y somos personas, qué más da diez paquetitos más que menos, nos podemos equivocar calculando...
Yo sólo quiero que me dejen tranquila, y a veces la tranquilidad tiene un precio... Qué le voy a contar, ¿verdad? Usted de eso debe saber más que nadie a pesar de ser un muchacho aún...
No se preocupen por mí que sé cuidarme sola, ustedes hagan como si yo nunca hubiera estado aquí, ¿eh? Yo ya veré cómo me las apaño... Lo he hecho toda mi vida...
Gracias por todo, señor agente...

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