viernes, 31 de octubre de 2008

Maribel, crítica literaria

Hoy soy una novela de Houellebecq más vieja. Así es, los libros de este hombre me dejan siempre en un estado de desazón, exhausta. Me he hecho mayor después de leer las 320 páginas de sus partículas elementales. Soy más anciana, más perra vieja.

En cambio, cada vez que leo y releo los relatos de Cortázar, me hago más madura. Me apabulla su increíble capacidad expresiva. Se abre ante mí un poliedro de experiencias y me sonrojo cuando me sorprendo imaginando la posibilidad de crear siquiera algo aproximado a esa genialidad.

Con Murakami descubro cicatrices nuevas que siempre habían estado dibujadas en mi piel. Cuando paseo por sus páginas, se abren de nuevo esas heridas, haciéndome extremadamente sensible al roce de la brisa de otoño, al leve sabor salado de las lágrimas, a la sonrisa de un extraño... Sólo dejando pasar el tiempo entre un libro suyo y otro puedo hacer que vuelvan a cerrarse las grietas. El tiempo lo cura todo.

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