Sostiene Maribel que le une a Tabucchi una relación de amor-odio. Con Pereira sufrió el calor lisboeta más que el interés por lo que acontecía. Con Réquiem, descubrió su pasión por las tumbas y por las fantasías oníricas.
Maribel siente temor a enfrentarse a las letras de Coetzee: sus palabras logran deshilachar su corazón un poco más.
Con Sartre, Maribel se asfixia en un lodazal de miradas incomprendidas.
Sostiene Maribel.
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