miércoles, 23 de junio de 2010

Lo supe

Lo supe cuando me confesó que sentía pánico a quedarse solo. Entonces cayeron sobre mí todas las batallas. Me dijo que no quería silencio, que no quería soledad. Le aterraba el preludio de lo inevitable, de lo que sabía que tenía que ocurrir. Le paralizaba el rumor que crecía en su interior: las voces, los sonidos, las ideas, los gritos… Ese torrente infinito que le dominaba.

Entonces, le digo, lo supe. ¿Qué otro remedio me quedaba? Durante años me amparé bajo el escudo de la supervivencia: o él o yo. Pero hace tiempo que ya no me engaño, ¿sabe? No tiene sentido…

Así que lo hice. No me quedó otra salida. Y lo hice bien, fui rápida, sencilla, limpia… Si lo hubiese visto… Él no lo esperaba, pero el estupor le duró en el rostro sólo unos segundos. Ahora descansa, por fin, tranquilo… Una madre sabe siempre qué es lo mejor para su hijo.

Y ya no me miento a mí misma, ni me cobijo en excusas. Ya sé que la guerra no era entre ambos, sino de ambos. Luchábamos en el mismo bando. Éramos la misma cosa. Así que, ya lo ve, yo me maté en el preciso instante en que murió él.